jueves, 10 de noviembre de 2011

Trabajo

-¿Y de qué trabajás?- dice ella.
Con pánico me levanté de la silla y salí corriendo.

No, no laburo de prostituto. Es una cuestión tan difícil de explicar, además de que hay que intruducirse en conceptos tan nerds, que me da escalofríos. Pero hoy lo haré, remitiré a mi próxima pretendiente a esto, y le hablaré de banalidades... como aquella vez que, teniendo 3 años, quise abrazar a Xuxa y se me cayó el televisor encima.

Para empezar, trabajo en una compañía malévola que negréa con el sueldo y tiene una metodología de trabajo digna de burocrácia estatal.
Para seguir, para entrar a laburar me enseñaron un lenguaje de programación usado en un sistema alemán, que tiene mas vueltas que la Torre de Hanoi.
Y para completar, prácticamente no programo.

Mi trabajo consta de llenar planillas acerca de quilombos, los cuales el equipo donde caí intenta arreglar. A veces me toca un quilombo que otro; quilombos que pueden variar desde "Esto lo hizo un chimpancé ebrio y manco, y deberás hacer que funcione igual sin prenderlo fuego" hasta "Un boludo se equivocó de tecla cargando los sueldos y ahora todo el mundo cobra el triple. Está bien hecho y en realidad no tenés que tocar nada, pero... ¡Hey! ¡Serví para algo!".
Los problemas en cuestión se arreglan de una forma extraña, dada la naturaleza del sistema a arreglar: el "programador" recibe un informe del desastre (mal redactado y dando vergüenza a su carácter de "informe", a falta de información), el cual para entender necesita hablar con un Analísta Funcional. El "funcional", como se le dice en mis "ámbitos", "explica" con la poca "documentación" que tiene, cómo "funciona" el programa . Lo particular de estos seres humanos, es que son una mezcla de estudiantes de informática y economía. Esto conlleva severos problemas de comunicación. Un ejemplo sería el siguiente diálogo (con sus explicaciones de cada cosa para gente sin informática dentro suyo):
Programador: -¿Y qué es lo que hace esto?-
Funcional: -El programa informa sobre los distintos tipos de ordenes de compra canceladas, con 8 sub-tipos de cancelación distintos.-
Programador: -Aaah, claro. ¿Y tenés un diseño?- (el diseño es el equivalente al plano de una casa para el arquitecto)
Funcional: -No. ¿Para qué preguntás? sabés que nunca lo tenemos-
Programador: -Si, pero nunca pierdo las esperanzas. Por cierto... ¿qué tiene esta tabla?- (las tablas son "cosas" donde se guarda información. Como una agenda de teléfonos)
Funcional: -Acciones de la empresa.-
Programador: -¿Y qué hace eso en un programa de facturación?-
Funcional: -No es facturación. Son ordenes de compra... Es como comparar un perro con un auto.-
Programador: -Bueno, yo vengo en un gran danés al trabajo...-


Eventualmente, se terminan discutiendo analogías y temas filosóficos como "La inmortalidad del cangrejo" con el funcional. Pobre este ser, que le obligan a tener una didáctica excepcional... tanto como nos piden que seamos McGyvers con los problemas que surgen.
Luego de varios dias de "aprender" que hace un programa (los cuales, si tenés suerte, tienen comentarios sin sentido) usando el Tusam's Mentalist Method (TM), se comienza a arreglar ingresando código (básicamente "decirle" al programa lo que tiene que hacer) que para uno no tiene ningún sentido, y que generalmente se lo pide a alguien que sabe más (aunque dudo seriamente que tenga sentido para éste).
Tras arreglar el problema después de infinidad de veces de escribir código, decirle al funcional que lo pruebe, y que te avise que en vez de tirar ordenes de compra tiró ordenanzas municipales, se hace todo un paquete y se manda bien a otro sistema... donde eventualmente, va a volver a fallar y todo Canadá va a imprimir la letra de "Mi chica de humo" en vez de las susodichas órdenes.

Y así funciona el mundo de SAP. Divertido, ¿no?

4 comentarios:

  1. Parece divertido...

    Mentira, de acá parece un embole, pero porque no cazo una goma de programación.

    Y eso que de chico me enseñaron a usar el Logo con la Tortuguita pedorra. Por poco me trauman.

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  2. Para mí que en Canadá serían re felices si se aprendiesen "Mi chica de humo".

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